Hay momentos suspendidos en el tiempo en los que nos sentimos transportados por una ola invisible. El tiempo se detiene, el cansancio se evapora, las responsabilidades se alejan y el mundo entero parece silenciarse. Avanzamos, gesto tras gesto, concentrados y alerta, pero ligeros y alegres. Este punto de equilibrio mágico entre concentración, placer y rendimiento tiene un nombre: es el flow. ¿Cómo reconocerlo, por qué buscarlo y, sobre todo, cómo invitar este estado de flow en nuestros días? Sigue el hilo, ¡las piezas del rompecabezas van a encajar!

¿Qué es el flow?

El flow es un concepto derivado de la psicología positiva. Traducido del inglés «flow», fue descrito como un estado psicológico óptimo por el psicólogo húngaro-estadounidense Mihály Csíkszentmihályi en los años 70.

¿Conoces ese momento en el que tus habilidades se enfrentan a un reto a la altura adecuada? Entonces todo encaja: tus movimientos fluyen con naturalidad, tus acciones parecen desarrollarse sin esfuerzo y tu concentración se vuelve intensa. Sientes una sensación de claridad, dominio y profunda satisfacción. ¡Eso es el estado de flow!

¿Cómo se manifiesta el estado de flow?

El estado de flow se identifica por nueve características:

  • Un desafío con el nivel adecuado: ni demasiado fácil (un rompecabezas de 4 piezas aburrido), ni demasiado difícil (un cubo de Rubik gigante en 3D = desesperante).

  • una dirección clara: sabes exactamente adónde vas, tanto si haces senderismo a 5.000 metros como si intentas adelantar a Toad en Mario Kart ;

  • una concentración absoluta: nada te distrae, ni siquiera ese extraño mensaje de texto que te dice que estás al 70% de un tractor en Mongolia;

  • gestos que fluyen sin esfuerzo: escribes en tu teclado como si fueras Mozart... cuando en realidad lo único que estás haciendo es escribir tu contraseña;

  • perder la noción del tiempo: levantas la vista y... ups, ya llevas dos horas fregando la bañera como si fuera de oro macizo;

  • ausencia de dudas y pensamientos que te distraigan: no hay tiempo para preguntarse si estás guay o ridículo con tus zapatillas de patito (spoiler: sí) ;

  • feedback instantáneo: sabes enseguida si lo que estás haciendo va a funcionar o no (por ejemplo, intentas dar una voltereta hacia atrás y sabes antes de aterrizar que eres demasiado mayor para ello...);

  • una sensación de control absoluto: estás convencido de que, pase lo que pase, tú mandas;

  • y, sobre todo, ¡te lo pasarás en grande!

¿Y qué significa "estar en la zona"?

Los deportistas de alto nivel llaman a este estado de flow «la zona». Tomemos como ejemplo a Michael Jordan, en la final de la NBA de 1992, donde encestó seis triples seguidos en la primera parte. Sorprendido él mismo, se encogió de hombros y sonrió al final del sexto. O Serena Williams, en la semifinal del torneo de Wimbledon de 2012, con sus 24 saques directos, récord en un partido femenino hasta la fecha.

En eso consiste "estar en la zona": ese estado de gracia, una especie de danza interior en la que todo parece natural. El esfuerzo se convierte en juego, la concentración es total y el placer estalla con cada movimiento. El término "zona" se popularizó en el ámbito deportivo, pero desde entonces se ha extendido a muchas otras áreas.

¿Qué momentos flow día a día?

¡El flow no está reservado únicamente a los deportistas de alto nivel! Seguramente ya lo haya experimentado sin saberlo. Porque sí, el estado de flow se esconde en muchas actividades:

  • en la cocina: cuando todo encaja a la perfección como una deliciosa coreografía y el plato sale del horno tal y como lo habías imaginado;

  • en la lectura: cuando devoras una novela sin ver caer la noche;

  • en las actividades artísticas: cuando el pincel se pone a bailar, la arcilla se moldea o el cuerpo sigue la música... ;

  • en el juego: en el ajedrez, en el póquer... o cuando ya has dicho 18 veces «¡Vamos, una última partida!».

  • en el trabajo: cuando estás inmerso en una tarea que te apasiona y hasta la máquina de café desaparece de tu vista;

  • en las tareas domésticas: ¡sí, sí, es verdad! El estudio Flow Across Adulthood mostró que el 2,8 % de los participantes declararon haber experimentado el flow durante tareas del hogar... (Vale, de acuerdo, es poco.)

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¿Por qué intentar llegar a la zona?

Buscar alcanzar la zona no es solo una cuestión de rendimiento, sino también una forma de vivir plenamente el presente. Mihály Csíkszentmihályi compartió su teoría del flow una charla TED en 2004 que tituló Flow, el secreto de la felicidad. En este estado óptimo de conciencia, damos lo mejor de nosotros mismos, pero sobre todo, ¡nos sentimos mejor que nunca!

Antídoto contra la dispersión, el estado de flow nos ofrece un paréntesis en el que la mente deja de zigzaguear, y del que salimos recargados, orgullosos, alimentados por una alegría sencilla. Y para colmo, los efectos son duraderos: reducción del estrés y la ansiedad, mayor confianza y creatividad en pleno auge.

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¿Cómo hacer entrar en el flow?

Cada persona tiene sus propias puertas hacia el estado de flow:  correr junto al agua, tocar la armónica o alinear celdas de Excel. Lo importante es encontrar las que resuenan en ti. Un estudio de 2022 revela que el 15 % de las personas nunca ha experimentado el flow. ¿Tú tampoco? Aquí tienes algunas claves para invitar al flow a llamar a tu puerta:

  • Elige una actividad que te estimule: debe hacerte sudar un poco, pero con una sonrisa en la cara.

  • Corta todas las distracciones, especialmente el teléfono (¡sí, la desconexión digital es posible!) y date un tiempo de descanso, sin mirar el reloj.

  • Márcate un objetivo claro pero flexible: no hace falta un objetivo a largo plazo, basta con saber qué quieres conseguir a continuación.

  • Ten paciencia: calcula entre 10 y 15 minutos de inmersión para que el flow aparecezca.

  • Disfruta del viaje: el flow se esconde en la acción, no en el resultado final...

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¿Qué actividad sencilla puede ayudarnos a alcanzar el flow?

Si tuviéramos que elegir una puerta de entrada sencilla para alcanzar el flow, el rompecabezas y sus numerosos beneficios sin duda se llevarían la medalla. Lo tiene todo: un objetivo claro, un nivel de dificultad elegido, una concentración profunda y esa deliciosa pérdida de la noción del tiempo. La retroalimentación es inmediata (¿se encaja esta pieza,) y el placer proviene tanto del proceso como del resultado final.

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Hacer un rompecabezas es como regalarse un día festivo : un descanso activo en el que se recargan las pilas mientras se avanza. Absorto en la búsqueda de formas y colores, se sumerge en un estado meditativo y los pensamientos parásitos se desvanecen. En resumen, estás en la zona... sin sudar, sin cronómetro, solo con la agradable sensación de que todo encaja en su sitio.

 

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